martes, 27 de septiembre de 2011

Dos criaturas

Inmóviles criaturas de ojos blancos y pieles oscuras lo detenían. No podía moverse, preso del miedo. Estaba cautivo, encerrado por su propia mente, dentro de una caja sin paredes. La ausencia de claridad lo envolvía y ahogaba, imparable. Sentía como el aire viciado lo llevaba y traía en sus propios pensamientos. Sentía, ahora, una gota fría que resbalaba por su cara, luego de haber caído entre sus cejas. Luego otra, dos, tres, cinco... una inmensa lluvia sin sonido lo empapaba de pies a cabeza. Su frustración lo llevó a tirarse y arrastrarse por el suelo, tanteando y alejándose de las dos criaturas, buscando una pared, algo, en donde poder apollar su espalda y sentirse protegido. Allí estaba, una fría y rasposa pared de piedra. En ella encontró refugio, pero no solución. El cuarto a oscuras jugaba con su mente, y las dos criaturas, con su corazón.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Vias


Ya podía oír el ruido de las termitas, carcomiéndole el alma.
Fue así como decidió zarpar. Cerró entonces sus ojos, dejándose llevar únicamente por aquellas vías de viaje rápido. Conocía el sonido, sabía lo que ocurriría, sabía por sobre todo, a quien pertenecía ese perfume. Sabiendo su camino, dibujando lentamente un rostro, la imagen fue iluminándose. Pudo identificar sus ojos, únicos en el mundo, y su inconfundible voz. Supo entonces, que el sujetaba una flor. Sintió como unas manos invisibles recogían su cabello, y la colocaban en su oreja, sujetándolo. Lo miró fijo mientras sentía como las caricias de sus manos en sus hombros, bajaban por su espalda, y a medida que se aproximaban a su cintura, producían en ella un fuego frío. Sintió que sus brazos la rodeaban acercándola fuertemente a él. En ese momento, cuando sus bocas estaban próximas a rozarse, la vía se cortó. Aquella imagen desapareció sin dejar rastro, salvo por su inconfundible perfume, y una flor amarilla.
Las termitas no sólo se aprovecharon de la debilidad del alma de la niña, que ya no funcionaba de escudo al corazón, si no que también invadieron sus recuerdos. Hoy, la muchacha siente únicamente su perfume, y escucha la melodía de sus palabras, pero le es imposible recordar o sentir algo, pues ya han devorado su corazón.