domingo, 16 de octubre de 2011

Si, no.


Se detuvo a mirar unas flores, y se dio cuenta los muchos contrastes que hay en el mundo. Conocía muy bien aquella sensación bipolar de la felicidad y la tristeza. Sabía también que sus palabras escondían un doble sentido. Solía encerrarse en su cuarto, tirarse boca arriba en la cama, e ir resbalando hasta quedar con la cabeza colgada, y así poder mirar los pájaros en el árbol de su ventana. He ahí el momento en el que reía, y luego lloraba, y más tarde reía. He ahí que sus lágrimas fueran dulces y saladas, y he ahí el porqué, el porqué su bipolaridad. Al igual que cualquier imán, estaba pegado al mundo y los sentimientos, y no podía dejar de pensar tanto en lo que sentía, y en lo que sentiría el otro. Reía por uno, lloraba por otro. Tanta fue su frustración, su desesperación y su descontrol, que se arrancó los ojos para dejar de ver llover. Así también, se quitó el pelo, para no sentir la brisa del viento. Además, se coció la boca para no volver a mentir, y por último, se cortó los dedos, para o volver a tocar una melodía agonizante.